14 abril 2009

Te regalo un cuento...


Te regalo un cuento. Podía haber sido un paseo por el parque o una canción a medio hacer. Una carta de amor, un capuccino en tu plaza favorita o un truco de magia sin ensayar apenitas. Pero no. Quería que fuera un cuento. No para después de hacer el amor ni para que nos echemos de menos. No para que suene el Adaggiato de Mahler, ni nada por el estilo.

Te regalo un cuento para que puedas hacerlo tuyo dibujándole una narizota, para que lo compartas con tu vecina de escalera o con tu gato. Para que elijas la banda sonora que te apetece que suene de fondo.

Yo tengo mis canciones para escribirte. T las tuyas para leerme.

Te regalo un cuento para que puedas llevarlo contigo, dobladito en el bolso, o entre las páginas de un libro de cocina. Para que cuando te enfades conmigo puedas estrujarlo y hacer con él una pelota de papel, arrojarlo por la ventana y mirar complacido cómo lo atropella un autobús. Para que lo fotocopies mil veces y le entregues una copia a quién más te apetezca. Para que envuelvas con él una manzana o para colgarlo en tu pared. Para que le claves alfileres los días en los que me matarías. O para apuntar encima del título el teléfono de tu banco.

Te regalo un cuento improvisado. De esos que empiezas a escribir sin pensar y que no sabes cuándo acaban. Te regalo esta noche y todas las demás. Te ofrezco mi sonrisa non stop, sin conservantes ni colorantes. Aún a riesgo de poder ser acusada de alevosía y nocturnidad, y aunque puedan encontrarse muchos más agravantes.

Te dejo abierta la ventana para que te cueles, para que me espíes ésta noche. Para que me veas sin que te vea. Para que me cuides un poco sin que yo lo sepa.

Te regalo una idea. El concepto más hermoso de complicidad, un escenario vacío en el que buscar la manera de encontrarse. Te regalo un cuento que habla de amigos y de sueños, de noches de verano pegajosas, de mi misma mientras me imagino tu cuarto desde lo alto del cielo, antes de lanzarme en picada sobre tu almohada. De kamikazes que se estrellan en tus brazos y que no vuelven a despegar, ni falta que les hace.

Te regalo el kit completo de cariño, el maletín mágico con el que jugabas de niño a cocinar guisos de plastilina mientras yo maquillaba muñecas.

Te regalo un cuento indeterminado sin pies ni cabeza, sin trama ni desenlace final, sin argumentos y sin actores de reparto. sin moraleja. Y si la tiene, que sólo tú la conozcas.

Lo único que necesitas es apagar la luz, cerrar los ojos y la puerta de tu habitación, no necesariamente en ese órden. Dejar que te lea al oído, olvidarte de las facturas y el telediario. Quererme un poco más que hace cino minutos y hacérmelo saber, de alguna manera.

Te regalo un deseo. Llenarte de unas ganas locas de reír y de que salgas corriendo. Que necesites llamarme y te encuentres pidiéndome que apague la luz, que cierre mi puerta y entonces, empieces a leer el mismo cuento que estás leyendo ahora. Y ojalá no podamos dejar de llamarnos cada noche, para contarnos el mismo cuento. Toda una vida.

Un cuento para llevarte de viaje, y para leerle a tus hijos y a los míos, a tus nietos y a mi abuela. A las calles y a los parques.

Te regalo un cuento sin papel de colores ni un "espero que te guste". Sin aplicar el IVA y sin descuento por pronto pago. Un cuento que habla de ti y de mi, que pueda leerse cualquier día del año, a cualquier hora, sea cual sea tu estado de ánimo o tu sabor favorito de helado.

Te regalo este cuento.



Bajo la libre adaptación de un cronopio con alas, claro...

12 abril 2009

Yo creo y con eso basta...

Siempre quedaba el pulsar de la cosas por venir,
la sensación de que incluso ahora aún quedaba tiempo.


Tengo una mezcla de sentimientos, pensamientos, razones y qué se yo cuántas cosas más metidas en mi cabeza...
Es que ultimamente la mantengo ocupada. Tanto, que casi no noté la ausencia de Javi por estos días. Tanto que ahora que me doy cuenta, ya casi está por llegar...
Su llegada -además de hacer mágico el futuro-, es signo inequívoco de que nos corren los días. Como una cuenta regresiva de algo que está por estallar, los días se empujan unos sobre otros, presurosos... Llegará el 23 de mayo y con él toda una nueva vida por delante.
Como de costumbre, las cosas que en mí generan crisis o cambios, es decir, que por alguna razón se convierten en hitos de mi vida, son a lo grande, con todo, por algun motivo inolvidables.
Esta vez, como ya habré comentado -casi como al pasar- en algún otro post, no es sólo un cambio de destino (o quizás es justamente eso...), no es sólo pasar de Calafate a Mar del Plata, es comenzar allí una nueva vida juntos.
Mi cabeza ya no procesa las emociones y mi famosa habilidad para ocultarlas se borra, se desdibuja de manera incontrolable... Hace poco leí en una revista una declaración de amor y un pedido de (re)casamiento tan poco cursi y a la vez tan... tan eficiente, que lo tomé como mío y me emocioné como si fueramos nosotros, con una botella de vino, mirándonos frente al mar...
Cada tanto, reviso la lista de tareas aún por hacer. Queda poco y queda bastante.
De tanto en tanto, también, me asomo a mi ventana, bien entrada la noche -una inevitable costumbre mía- y entre tules, telas, velas, rosas, centros y pasos de baile, también me imagino nuestra propia escena en el mar... como en una película, pero de esas que no son demasiado cursis: nosotros solos frente a la inmensidad del mar, el ruido de las olas de fondo, un pequeño mantel sobre la arena, dos copas, un malbec... nuestros deseos, nuestros pensamientos, hablar como siempre o como nunca, pasar eternas noches con luna de miel...
Creo que es una de las primeras veces en que estos grandes cambios, todos juntos, me movilizan tanto y tantas cosas... creo que después de todo se podía estar bien... ser feliz y no joder a nadie... sentir que sos feliz y ver como las cosas comienzan a salir bien...
Esto que es lo más parecido a mi sueño, hasta ahora, tiene algunas modificaciones. La realidad me hizo pagar precios un poco altos para mi gusto, pero yo sé que cerquita del mar todo puede ser mejor...